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La educación tiene más que ver con humanizar que con técnicas educativas

Actualizado: 1 may 2023

En Criar desde el respeto, educar desde el amor, entrevistamos a Jimena Folle


Jimena es Maestra de Educación Inicial, Postgraduada en Currículum y Evaluación; también es Magíster en Educación y está formada en la Pedagogía de Reggio Emilia.


Es consultante en Educación con foco en Primera Infancia y se desempeña como Asesora pedagógica de organismos, organizaciones e instituciones de impacto social y/o educativo en Montevideo y BsAs.


Jimena es Facilitadora de Proyectos Educativos y posee mucha experiencia en la formación de equipos docentes y directivos para instituciones educativas.


Es Coautora del libro “Educocina. La transformación educativa empieza en la cocina” y responsable de Entramadocente, emprendimiento que impulsa a centros y profesionales que aportan al cambio en la educación.


Se desempeña como Docente en carreras de Formación Docente para la Primera Infancia y es ex integrante del Reggio Children International Network-ReggioEmilia. También es docente de Idec en la Formación en Pedagogías Activas.



Contame un poco sobre tu trayectoria profesional.


Mi trayectoria fue disruptiva desde el inicio, hasta como estudiante. Me formé de manera tradicional en Magisterio después de haber hecho previamente una carrera en el Instituto CIEP, porque en aquel momento había posibilidad de hacer magisterio para Primaria, y recién después de cinco años de ejercicio se accedía a poder hacer la especialización, y tenía claro que lo mío era la Educación Inicial.


Entonces realizo mi formación en el CIEP, y cuando termino ingreso a Magisterio, ya que habían empezado con un plan en el que podías estudiar directamente para ser maestra de Educación Inicial.

Y el primer día que tengo un grupo a cargo, dejó de ser útil todo lo que había estudiado.

Cuando me encuentro ante un grupo de niños de edades heterogéneas, de 2 y 3 años, con un libro de un patito donde tenía interés en que el tema fuera la mamá, los patitos, pero uno me empieza a preguntar por qué tenían una membrana interdactilar y otro más chiquito me decía “amarillo, amarillo” y me señalaba todas las cosas amarillas, dije “ok, hay algo que no está bien. ¿Cómo se me ocurrió pensar esta clase antes de conocer el interés de los niños?”.


Te diría que me duró la nada mi formación y desde ahí empecé a tener una mirada previa de lo que los niños tenían para mostrarme acerca de sus intereses y de lo que eran capaces de aprender, para recién después empezar a proyectar mis clases.


Obviamente en esa época y con esa modalidad me traía los problemas técnicos que tenemos los profesionales de la educación, con esa planificación anual que tenías que presentar en febrero en la que ya sabías que en octubre al niño le iban a interesar los animales de la granja. Entonces yo me negaba sistemáticamente porque, ¿cómo puedo saber yo, que 20 niños en octubre van a tener este interés? De ninguna manera voy a hacer la planificación porque no estoy contemplando lo que ellos me van a mostrar a mi de sus procesos, de su nivel madurativo.



En esa situación de aula, al estar con los chicos, me daba cuenta de que no era la clave de la educación. Que lo que la sociedad iba a lograr a través de la educación no se reducía a qué decidía hacer yo en el aula con ese chico, ese día. Y que había otra cantidad de dimensiones, que se entrelazaban de manera compleja, y que hacían que yo terminara en esa aula haciendo lo que yo hacía.

Entonces también tempranamente dejo de estar dentro del aula para gestionar.

Me gusta una diferenciación que tú haces, entre un "niño" y un "alumno", hay un juego que me parece muy interesante que compartas.


En realidad es como una forma de revelarme en contra de lo que se considera que sucede en la escuela, en donde hay fragmentos de personas que ponen en juego solamente partes de determinadas dimensiones. A la escuela no va un alumno, en el cual como docente solo me fijo si aprende o no aprende, de esta manera solo lo caracterizo en función a eso. A la escuela va un niño, que en la mochila traerá un plato, una vianda y la toallita de mano, pero trae una carga genética determinada, una historia de vida familiar determinada, un contexto determinado; trae un montón de cosas que explican que él pueda aprender de determinada manera o no.



Y la verdad es que durante años en las escuelas, tanto los docentes como los niños, hemos sido acotados en esa función. Los propios docentes funcionábamos como si fuéramos algo ajeno al resto de nuestra propia historia de vida. Yo no soy docente solo porque estudié Magisterio, soy docente por mis experiencias de vida, por lo que me pasó, por mi propio oficio de alumno, por las instituciones en las que tuve mi experiencia de aprendizaje. Entonces hablar del alumno como un organismo vivo, del cual solamente mido una parte en ese acto que se da en una escuela, me parece tan artificial como imposible de seguir sosteniendo.


Si quieres escuchar la entrevista completa con Jimena, te dejamos el link al podcast.





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