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Febrero 2020

 

Aprendizaje autorregulado

 

Carolina da Costa

 

Cada nuevo año, la institución educativa abre sus puertas recibiendo a los estudiantes en el marco de sus valores, sus visiones de la educación, sus objetivos anuales, su cuerpo docente, sus conflictos y sus esperanzas. El centro educativo hoy está atravesado por el marco curricular, la normativa, la necesidad y los intereses de las familias, y los desafíos de una sociedad donde la información y el aprendizaje instantáneo están en la mano de cualquier estudiante. Cuando comienza el año escolar se materializa en cada salón de clases el encuentro entre el proyecto del centro educativo, la planificación del docente y la expectativa que cada niño y cada niña trae. En ese encuentro el hilo conductor es el aprendizaje profundo, efectivo y motivado. 

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En la organización de los objetivos, tareas, competencias y contenidos, la planificación va a tener en cuenta, en primer lugar, que el aprendizaje es una actividad llevada adelante por la persona que aprende. El docente puede estudiar el material, preparar sus clases y presentarlas de forma atrapante; sin embargo la persona más importante en este proceso, es la persona que aprende (Dumont et al., 2010). El aprendizaje es por naturaleza constructivo, autorregulado, situado y colaborativo (De Corte, 2012), por lo cual para que sea efectivo y profundo implica autorregulación, implica que los alumnos organicen sus tiempos, sus intereses, sus prioridades y hagan un seguimiento de sus propios resultados. Esta concepción asume que la incorporación del conocimiento va a estar necesariamente mediada por la autorregulación, constituyendo así un lugar de apoyo fundamental para la planificación educativa. La autorregulación es un componente estructural ya que todas las personas son capaces de tomar conciencia y regular su motivación, ponerse objetivos, conocer sus limitaciones y sus potencialidades. Una organización de clase que ofrece oportunidades reales para la autorregulación, permite que niños y niñas logren tomar el control sobre su propio proceso y accedan a aprendizajes más profundos. Cada alumno aprende a tomar consciencia de sus propias fortalezas y debilidades, descubriendo su propio potencial a medida que va haciéndose cargo de las etapas y las acciones necesarias para cumplir sus propios objetivos. El alumno se involucra de tal manera que desarrolla las estrategias que le resultan más efectivas, maneja el tiempo de manera adecuada, mantiene la motivación y es capaz de evaluar su progreso académico (Zimmerman, 2002). 

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En un aprendizaje autorregulado se ponen en juego estrategias metacognitivas  (Corte, 2019), el niño y la niña van tomando conciencia de su propio proceso de aprendizaje, son capaces de hacerse preguntas, evaluar sus avances y delinear estrategias que le resulten útiles para seguir aprendiendo. En cualquier nivel académico, tener una devolución acertada y específica sobre las habilidades o los conocimientos adquiridos ayuda a tener una mayor conciencia sobre el lugar en el que se está dentro del proceso de aprendizaje. Esa ayuda o devolución objetiva encamina a la persona que aprende a corregir o crear nuevas estrategias que sean más efectivas. 

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Cuando reflexionamos sobre estos temas en términos cercanos a la realidad de los niños y niñas, vemos que son parte de un proceso natural y efectivo de aprendizaje. El niño que necesita aprender a organizarse para poder alcanzar el objetivo de un proyecto personal (construir un juego, hacer una manualidad, etc), pone en juego una serie de conocimientos previos y estrategias. Las habilidades que tiene que aprender o utilizar implican planificar, comunicar, organizar, esperar, etc. Sin duda hay aprendizaje implícito en esa planificación y en esa actividad, sin embargo cuando el adulto apoya al niño e incluye elementos metacognitivos en el proceso, el aprendizaje puede ser aún más efectivo y profundo. De esta manera, se hace imprescindible repensar el rol del adulto en el marco de un aprendizaje autorregulado, el adulto necesariamente deberá estar en sintonía con el desarrollo, la motivación y las necesidades de niños y niñas. El estudiante que está a cargo de su propio aprendizaje requiere del apoyo de un adulto capaz de hacerle devoluciones positivas que enriquezcan su proceso abriendo nuevos horizontes.   

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Cada educador, sea madre, padre o docente, es responsable de ofrecer oportunidades para la autorregulación, creando un ambiente propicio y regulando sus intervenciones de acuerdo a las necesidades e intereses de niños y niñas. La tarea del educador se transforma en una tarea de observación, evaluación permanente, selección de herramientas y estrategias de intervención; que requiere mucha atención y sensibilidad; no es una tarea sencilla. 

 

De Corte, E. (2019). Learning Design: Creating Powerful Learning Environments for Self- Regulation Skills. Educational Studies Moscow, 4.

De Corte, E. (2012). Constructive, self-regulated, situated and collaborative learning: An approach for the acquisition of adaptive competence. Journal of Education, 192(2/3), 33–47.

Dumont, H., Istance, D., & Benavides, F. (Eds.). (2010). The Nature of Learning Using Research to Inspire Practice. OECD Publishing.

Zimmerman, B. J. (2002). Becoming a self-regulated learner: An overview. Theory into Practice, 41(2), 64–70.

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